El tres-mástiles Némesis

La Némesis, barco que ha servido de modelo para la novela, era un barco de tres mástiles (bricbarca) construido en 1875 por los astilleros Tillé de Nantes.

Un bricbarca es un barco de vela de tres palos, aparejado con velas cuadriláteras en los dos primeros (trinquete y mayor) y con velas de cuchillo, cangreja (gran vela trapezoidal) y escandalosa (también trapezoidal), en el tercero (mesana). (Fuente: Wikipedia).

Hasta el fin de los veleros de pequeño tonelaje, hacia 1914, estos barcos zarpaban de nuestros puertos con las calas llenas de mercancías diversas que consistían principalmente en materias ponderosas tales como hierros en barra, perfilados, piezas de fundición, máquinas, madera de construcción, cemento, cal, ladrillos, toneles de aceite y pintura, cabos, quincalla, carrocerías.

Completaban la lista anterior mercancías diversas: vinos, cervezas, alcoholes, licores, harinas, salazones y conservas, tejidos, jabones, cristales, porcelana, vajilla, alfarería, vidriería, joyería, telas y cotonadas, ropa, sombreros, artículos de moda. También víveres de toda clase: maíz, arroz, mantecas, quesos, jamones ahumados. A veces se contaban más de trescientos artículos diferentes en el manifiesto de carga.

En ocasiones, cogían un cargamento completo de carbón en Inglaterra y embarcaban en nuestras costas o en Argentina bestias de carga, como mulas, con un lastre de adoquines, granito, sillares y otros objetos pesados, como cañones y armas más o menos modernas para Haití.

Las máquinas iban destinadas generalmente a Cuba, igual que la madera de construcción, vinos, aguardientes, bestias, salazones, aceites; esta isla importaba cantidades enormes, y también lo hacían Guadalupe, Santo Domingo y Martinica.

Gran parte de lo que quedaba de cargamento también desembarcaba, o lo cogían los barcos de cabotaje que cargaban hacia otros puntos del mar del Caribe.

Cuando sus calas, de capacidad relativamente pequeña, estaban vacías, los veleros cogían un cargamento lleno de azúcar, tafia o ron en Cuba, Jamaica, Haití, Guadalupe, Martinica o Puerto Rico.

Una vez terminada la temporada del azúcar, encontraban en Cuba, Santo Domingo y en toda la Costa Firme maderas de ebanistería, caoba, palos de tinte, campeche o achiote, guayaco.

A falta de cargamento preparado, tenían minerales de cobre en Cuba, sal en las Islas Turcas, asfalto y otros residuos en Trinidad, cocos y conchas de tortuga. En Maracaibo, se embarcaba un gran lastre de madera de ébano, a veces con sus famosas semillas para tintes que llamaban «dividiri»; pero hacía falta no estar muy cargado para poder salir del Golfo, cuyas aguas no son profundas.

En fin, casi en todas partes se podía completar un cargamento con lotes de café, tabaco, cacao, algodón, cera, especias y viejo hierro colado procedente de antiguas fortalezas de siglos pasados, o piezas de máquinas.”

Louis LACROIX (in Les derniers voiliers antillais – Editions Maritimes et d’Outre-Mer - 1945).

Extrait du Registre du Bureau Véritas de 1901